Y lo hicieron. Como dijo hoy Juan Carlos Tafur: "se zurraron en la gente". El Congreso demostró una vez más que es el fiel reflejo de la decadencia de nuestra sociedad al porfiar en ratificar una componenda cuyo perfil nauseabundo sólo podía entenderse en toda su magnitud a través de una prueba grabada, en este caso, un audio. No imagino la cantidad de arcadas que habría producido en millones de indignados ciudadanos si hubiera sido un video.
El Congreso cumplió una vez más su deshonroso rol de convencer a los ciudadanos de que no tenemos futuro como comunidad viable; que no nos merecemos la delicia de país en que nacimos.
¿Cómo llegamos al punto en que, para decidir un cargo como el de Defensor del Pueblo prima el criterio político? ¿De qué manera será imparcial en sus decisiones una persona con reconocida filiación partidaria? (que además dice que no fue procesada, pero no que no estuvo involucrada) Cuando tenga que dirimir en una acusación de algún ciudadano frente a su partido ¿lo hará sin aceptar presiones? ¿Su decisión será respetada?
En el caso del Tribunal Constitucional, ¿por qué debemos aceptar que personas como Mayorga a quien los emerretistas "sorprendieron" años atrás, o a Galindo de reconocida trayectoria antiaprista, sean garantía de objetividad a la hora de tamizar decisiones en el tribunal?
La votación (que no fue otra cosa que la ratificación de un contubernio) del Congreso zanja de una vez y para siempre cualquier esperanza de que en el mediano plazo se reinstaure la decencia que alguna vez existió tímidamente en la política peruana.
¿Por qué debería indignarnos esta situación?
Sucede que los congresistas están donde están, elegidos no por su capacidad profesional y ética, sino por votación ciudadana para velar por sus intereses. Pero en el audio y luego en la votación se comprobó que los únicos intereses por los que velan (con risas, pachotadas y socarronerías de por medio) son los propios.
Si existía alguien que pudiera mencionar un sólo nombre de político libre de polvo y paja, hoy ese alguien ya no existe. La decepción es completa. Los padrinazgos y madrinazgos están a la orden del día y deciden sobre la razón, obviando idoneidad, la objetividad y trayectoria.
"Mañana domingo se casa la reina con el camarón
quien es la madrina, doña catalina
quien es el padrino, don juan del molino
quien toca la flauta, el negro jetón
quien toca el tambor
porrompopom"
Pero ¿acaso pasa algo?
Mucho. Pero lo más importante es que estos mercachifles de la timba barata en política ni siquiera atisban la gran responsabilidad que se les achacará con los años cuando la rueda del tiempo vuelva a rebotar con la misma piedra: el fanatismo terrorista.
Y es que es así como se gesta, alimentándose del descontento popular, la pérdida de la esperanza en quienes supuestamente deberían liderarnos hacia el progreso común. La rabia se incubará silenciosamente, mientras se sucedan campañas electorales con individuos ciegos frente a los problemas de corrupción, injusticia y atraso pero ávidos, más que de aprovechamiento, de la explotación de la esperanza de los más necesitados.
No será Sendero, pero algo nuevo vendrá. Y no lo veremos, otra vez, sino cuando reviente la puerta de nuestras casa de un bombazo, mutile a nuestras familias y se apropie de nuestro aire.
Entonces ¿saldrán los políticos a hacerle frente? No; saldrán a aprovechar su existencia para echarle la culpa al gobernante de turno y ganar nuevamente una curul.
Entonces ¿saldrán los políticos a hacerle frente? No; saldrán a aprovechar su existencia para echarle la culpa al gobernante de turno y ganar nuevamente una curul.
Nuestra riqueza esta en nuestra diversidad, dijo Mario Vargas Llosa. Es cierto, pero también puede ser usada para destruirnos. Depende de lo que decidamos hacer, desde ahora, como comunidad, si aspiramos a serlo.
Mientras tanto, seguirán apareciendo adalides "no tradicionales" de la nada, que se transformarán en otros Garcias, Fujimoris, Toledos y Humalas. No resolverán nada más que su sed de poder y figuretismo. Su amor por las pantallas de teve, su adicción al cinismo infinito, la tinterillada y la banalidad.
El 2016 esta a la vuelta de la esquina. Una vez más votaremos a ciegas. Una vez más nos encontraremos con desagradables esperpentos arrellanados en sus curules; otra vez con segunda vuelta entre una reina y un camarón.