La Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó por tercera vez un proyecto de ley de retirada de las tropas americanas de Irak; pero George Bush dice que no se irán.
Las encuestas indican que la mayoría de americanos apoya una retirada de Irak; pero George Bush dice que la retirá se hará, no cuando lo digan las encuestas, sino los Generales.
Miles de soldados americanos han sido fácilmente asesinados por rebeldes irakíes; pero George Bush dice que, efectivamente "esta es una guerra 'fea' ".
Decenas de miles de ciudadanos, niños y ancianos de Irak han sido asesinados por las tropas americanas de la manera más brutal e innenarrable; pero George Bush indica que vetará cualquier proyecto que proponga salir de Irak, porque eso sería darles el país en bandeja a los de Al-Qaeda.
¿Suena familiar? Pues sí, es la nueva versión de Vietnam, en pleno siglo XXI, una copia tan fiel a su original como los goles de Messi a los de Maradona. La descollante displicencia propia del poder extremo de Estados Unidos le impide tomar la medida más sensata. Atrapado en su orgullo superpotente, perdido en los laberintos de sus estrategias de inteligencia y el atesoramiento de su cada vez más frágil superioridad económica, es tanto o más incapaz que un niño de entender que, cuando se mete el dedo a un enchufe, se puede electrocutar. El volverá a hacerlo y mirará por el rabillo del ojo a sus hermanos para ver que cara ponen.
Este niño obeso es más bien un grandulón abebado, ahíto de comida chatarra, de gadgets de última generación y envuelto en una burbuja artificial de bonanza que le cobija sus toneladas de más. Pero la indigestión ya hace años que le afecta el corazón y le obstaculiza la sangre en el cerebro. Ya no ve más allá de lo que cree avisorar. Ya hace tiempo que sus reflejos son lerdos y confía demasiado en que aquellos que le llevaban las uvas a la boca lo seguirán haciendo. Ya muchos se han independizado y administran sus propios viñedos. Otros más los seguirán.
¿Y que será entonces del gigantón abebado?. Dos posibilidades: O muere tragado por los bárbaros, o patea el tablero y lanza un últimoe eructo con hedor termonuclear. O muere sólo, o arrastra con él a amigos, enemigos y neutros.
La mente de Bush es la representación perfecta de esta denigrante figura: Incapaz, paporretero, fácilmente influenciable por la adulación sin argumentos reales, débil de carácter que intenta lastimosamente demostrar lo contrario, imagen impostada de seguridad, beodismo a ultranza, superficialidad ideológica y banalismo intrascendente que no habría destacado de no tener amigos influyentes que lo embarcaran en la política.
Si fuera un país cualquiera no sería tan grave, pero al tratarse de los Estados Unidos, esta carencia de los más elementales rasgos de estadista en el presidente de la nación más poderosa del planeta nos puede arrastrar a todos a la catástrofe. Quiera Dios (o lo que sea que este por ahí) que el inminente atardecer del coloso se dé pacíficamente, de noche, con sueño, sin dolor...
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