sábado, agosto 12, 2006

EL PERU EN LA NARANJA MECANICA

Me he comido ya la mitad del 2006 y no se qué va a ser de mi Perú.

Día tras día veo sin querer los hepatíticos titulares de los diarios en los kioscos, todos en coro electoral a cuál mas tremendista. De vez en cuando despego mi frente de ellos para otear los gestos en el rostro de quienes tengo al lado en similar trance y me invade una sensación de borreguismo intolerante.

Una elección más se aproxima(no quieren que los olvidemos). Una ocasión más para el engaño en masa; Para el quiebre de familias al calor de la discusión en la misma mesa donde antes se conversaba sobre temas más elevados...como el último ampay de Magaly TV (programa de chismes de farándula); Para agotar el stock de disfraces de oveja. Para la ostentación del cinismo, la hipocresía, la maldad pura; Para la burla de todo lo honesto, ético, progresista, integrador, cívico, justo y decente.

Volteo la mirada de nuevo y me divierto observando a un señor discutir con el diario, que cómo es posible, ese es un desgraciado, un maricón, Humala debió subir para fusilar a todos estos miserables, etc. Entre los pliegues de su rostro tenso y seco atisbo la Cordillera de los Andes que clama justicia para su pueblo y que parece recordarnos su furia con cada temblor que nos remece hasta las costas. Justicia para un pueblo que no tiene idea de ella, ni de nada; sólo de su desesperación por sobrevivir.

Al final, este pueblo, negado a la información cotidiana y profunda de cada opción ( si se le puede llamar así) que se presenta, vota mecánicamente- en un acto del que no comprende cómo le va a dar de comer- por la figurita, o la sonrisita o el dibujito que más recuerda. Luego vuelve- con la certeza de haber perdido tiempo precioso- a sus labores en el campo, que le dan la comida, que es lo que de verdad importa, nada más.

Aquel 9 de abril aparecieron en pantalla Alan Garcia y Ollanta Humala agradeciendo al pueblo su apoyo, mostrando mucha modestia por los resultados, pero alabando a esa gente que vive tan adentro del país y que no obstante cumplió con su deber cívico de acudir a las urnas. Incluso se dice que intentaron forzar en vano unas lagrimitas de emoción recordando a esos niñitos moribundos pero con sus lindos cachetitos rosaditos de frío.

Luego llegó la segunda vuelta, que arrasó con la pizca de respeto que quedaba entre conciudadanos. El aumento de peleas, balazos, y enfrentamientos entre parejas, familias y partidarios colmó el débil vasito de cristal de nuestra sociedad.

Fueron tres meses de insultos, calumnias, ataques a lo más querido de cada uno, descrédito y menosprecio para dar paso, al final del debate, a un caluroso apretón de manos.

Luego la gente votó con la cabeza caliente. No fue un voto a favor de su candidato, sino en contra del otro; como siempre ha sido.

Y quien salió elegido lo hizo con un grillete en el tobillo, representado por la gran cantidad de congresistas elegidos por el lado contrario, que no lo dejarán trabajar. Y el corazón de la democracia peruana volverá a su ritmo normal, es decir, a la arritmia total. Los escándalos protagonizados por los políticos seguirán hartando, enfermando los corazones ya podridos de aquellas esponjas humanas llamadas también votantes.

Y como dice uno de los teoremas de la Ley de Murphy: "Si algo tiene la posibilidad de estar peor, lo estará", entonces es necesario prepararse.

Prepararse para entender que la única manera para sacar adelante el país es ser lo mejores que podamos cada uno de nosotros. No cifrar nuestras esperanzas en quienes reclaman ser la única que tenemos, sino en nosotros mismos.

Si queremos un Perú mejor, empecemos por ser mejores nosotros.

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